lunes, 11 de julio de 2016

CUENTO: MI MADRE ALCOHOLICA. PARTE 12

 CUENTO: MI MADRE ALCOHÓLICA
                PARTE 12.    
  



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                                                                           De: Jorge Godoy




            Tal como se esperaba, Maria en un momento dado se manifestó con grandes deseos de ir el sábado hasta el cementerio para visitar la tumba donde se alojaban los restos de su madre. Juan de inmediato se puso en contacto con el doctor tal como lo habían previsto, acordando que se encontrarían a cierta hora de la mañana en la entrada, desde donde este los acompañaría.

         Juan había logrado casi lo imposible, Maria ya se aseaba mas seguido, se alimentaba mejor, se había recuperado bastante rápido realzando significativamente su figura física, tanto que Juan comenzó a imaginar que tal vez si las cosas siguieran de ese modo, podría quizá, soñar con la posibilidad de enamorar a una mujer que paulatinamente mejoraba su belleza día tras día. A tal grado que de tanta mejoría y de a poco, Maria se fue convirtiendo en una mujer desconocida para muchos. Se vestía mejor, se arreglaba peinándose varia veces al día sus cabellos, hasta un día le pidió a Juan que le ayudara con el teñido, lo que le resulto un poco trabajoso, dado que sus cabellos renegridos por naturaleza hicieron enorme tal tarea hasta poder convertirlos en rubios. Cuando se consumo el teñido, Juan no lo podía creer, adelante de sus ojos había nacido otra mujer. Que si antes estaba posesionado por que había encontrado dentro de ella una persona agradable, ahora también por fuera la encontraba igual de agradable. No se animo a decírselo siquiera, sintió una vergüenza quemandole en todo su interior. La cabeza le dolía demasiado pensando de que manera Maria, podría tomar esos pensamientos; ofensivos, tal vez. Mas, siendo que Juan hacia mucho tiempo que la protegía, dándole a entender de sobre manera que significaba mucho para el, cuidándola muchas veces como si fuera un hermano mayor o como un padre.

        Maria estaba descontrolada, del arreglo a sus cabellos, tiñiendolos de rubio, paso de inmediato al arreglo de su atuendo personal. Rebusco en los cajones de su cómoda, vaciandolos por completo, eligiendo y probándose pantalones, remeras y zapatos frente al espejo casi toda la mañana, hasta que finalmente consiguió vestirse con la mejor ropa juvenil que encontró a su gusto. No solo el espejo de su cómoda y un atónito Juan, que la miraba desde el asombro, la encontraron atractiva, sino que también, los vecinos del barrio y los conocidos desplegaban miradas completas de perplejidad ante su paso. Esa mañana que debían hacer las compras diarias, fue diferente a las anteriores, a tal grado que parecía que su pasado había quedado encriptado en una historia añeja y deslucida, que a simple vista iba demostrando que ya no volvería a ser la misma. Hasta aquellos que atendían los comercios hasta el día de ayer, cambiaron, de tener esas caras habituales de fastidio, a unas mucho mas simpáticas y complacientes. 

          Maria empezó a comprender entonces lo que era sentirse maravillosamente bien, su humor enaltecido ya, gracias a las muestras de gratitudes recibidas por todos los que a su paso indefectiblemente ahora elegían complacidos darle muestras de su respeto, en una forma mas amistosa, dejaba ver a las claras que los cambios personales le habían dado buenos resultados. Casi podría asegurarse que esa era una de las pocas veces que en toda su vida la gente de su entorno le estaba demostrando cariño. Recordandole en comparación, a aquellas situaciones similares, de cuando era una niña pequeña e iba siempre tomada de la mano de su madre durante las tardes calurosas de verano que solían salir a caminar por el barrio a tomar el aire fresco tan solo para refrescarse. Esta situación no dejaba de agradarle y sentirse agraciada por que la vida parecía darle una nueva oportunidad. Sin olvidarse de que era esa la misma vida, que en su niñez la había tratado muy mal a través de su madre, quien por elegir los refugios que le ofrecía su amigo incondicional, el alcohol, se olvido completamente de superar los problemas debido a las innumerables peleas y discusiones que solia tener a diario con su padre. Para así de simple delegarlos a menudo sobre la pequeña y fragil humanidad de Maria. 

       Pero la vida tenia que continuar, como continuo todo después de la ardua tarea que le significo sobrevivir muñida de problemas. Ahora lo mas importante para ella era curarse, porque el tiempo que le toco convivir con otros enfermos allá en el neuropsiquiatrico, le alcanzo y le sobro lo suficiente para aprender demasiado sobre ciertas necesidades de afecto y cariño que necesitan todos los días los seres humanos , mas cuando por distintas razones de desgracias que da la vida, atacan en una forma muy voraz en su salud mental y nadie o casi nadie ya mas quiere comprenderlos. Tanto era así que comprendió que un enfermo mental era el único ser viviente que podría dar testimonio sobre tales incomprensiones y hablar con propiedad sobre ciertos abandonos que se hacen regularmente a las personas en esos lugares. Cosas incomprensibles para quienes se hacen llamar orgullosamente ante la sociedad y sus pares, personas normales. 

         Para Maria, comenzar a pensar diferente, era todo un desafió. Los asistentes que la rodearon durante todo el periodo de su hospitalizacion, le agregaron a sus conocimientos, todavía mas experiencias a la que ya ella poseía. Sus compañeras internadas como ella, le enseñaron algo mas sobre lo que significaban los sufrimientos por los encierros muchas veces prolongados tan solo por padecer sin culpas, deterioros mentales nunca deseados, y que solo sirvieron para que la madre naturaleza señale con mucha mas fuerza a aquellos que a partir de cierto día cualquiera en la vida, pasaron a convertirse en menospreciados por tantos otros que nunca comprendieron que las diferencias, siempre fueron la parte mas natural de la vida. 

        De a poco, su ignorancia cultural exigida obligatoriamente en la vida cotidiana por sus pares, iba tornándose consciente dentro de su agravada salud mental, no obstante ello, comenzó a comprender con sumo esfuerzo que, después de haber soportado las angustias de su penoso encierro, el cuerpo se había enriquecido en experiencias con las constantes vivencias. A lo aprendido en años de convivir con la miseria padecida en su vida en libertad, ahora se le agregaba lo aprendido durante la miseria padecida en el encierro. Pero, empezó a comprender que ambas no se conjugan en los mismos tiempos, tampoco se desarrollan en los mismos escenarios, así que ni una ni la otra, le servían para saltear con habilidad, a esos días de extremas necesidades, entendiendo de a poco que para la sociedad la única experiencia importante era solo la de obedecer sus reglas y leyes. Imposiciones heredadas durante años y años de culturas, que los barcos de distintas naciones se habían encargado de desparramar por el mundo, como semillas para que crezcan y que hoy como arboles crecidos y fuertemente agarrados a los suelos, se diseminaron en todas las cosas que podemos ver que existen dentro de cualquier sociedad. 

          Para Maria, el alcoholismo heredado por su madre, hoy significaba una sola cosa, una tremenda adversidad;  un pronunciado contratiempo que si quería ser bien sorteado, solo dependía exclusivamente de ella. Y que para lograrlo gracias a Dios contaba con la anuencia y la ayuda incondicional de su fiel compañero y amigo, Juan.
         
          Ambos ya estaban haciendo los preparativos para que mañana por la mañana salieran con rumbo al cementerio, a visitar una vez mas como lo acostumbrado, la tumba de su madre alcohólica ya fallecida.


                                           Fin de la parte 12


Estimado Lector, muchas gracias y hasta la próxima entrada.
         
               
                  

          



           

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